Las categorías diagnósticas de los trastornos mentales, así como sus síntomas y signos característicos están en boca de todos y todas. Palabras como depresión, ansiedad, TDAH, TOC, bipolar, ideación suicida, pensamientos intrusivos… son vox populi, y su uso, con frecuencia, es empleado de manera generalizada, de tal modo que se acaba desvirtuando el verdadero sentido de la terminología.

Uno de los posibles motivos se debe al hecho de que las personas necesitamos poner palabras a lo que nos acontece, porque no poner nombre, no saber qué te pasa, suele angustiar; pero etiquetar no ayuda a la larga, aunque sí calma y tranquiliza de forma inmediata. En consecuencia, muchas personas se autodiagnostican consiguiendo un alivio momentáneo, aunque no terapéutico.

La terminología diagnóstica sirve, en general, como medio de comunicación entre profesionales de la salud mental, del ámbito de los servicios sociales y del jurídico. En general, el diagnóstico de los trastornos mentales y las alteraciones psicológicas es un proceso que implica la realización de varias entrevistas y/o pruebas diagnósticas específicas, que en ocasiones implica la participación de varios y varias profesionales. En ocasiones no se tiene un diagnóstico único debido a la complejidad propia de lo humano.

Es importante tener en cuenta que, aunque dichos términos se usen en la vida cotidiana por todos y todas, no siempre aluden a ese difícil trabajo.